Somos EL DEPORTIVO de RDA

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martes

LA FIESTA INAUGURAL


Tras un show impactante, el espíritu olímpico colmó Buenos Aires y el Obelisco se convirtió en el escenario de una magnífica y mágica puesta en escena con el gran trabajo del grupo Fuerza Bruta. Paula Pareto y Santiago Lange, medallistas olímpicos argentinos en Río 2016, encendieron el pebetero.
La bienvenida a Buenos Aires 2018 la dio una fiesta inaugural que combinó con justeza la belleza impactante de un Obelisco convertido en escenario por Fuerza Bruta, con acróbatas subiendo y bajando sus caras, el sentimiento musical y el reconocimiento al impacto que generan atletas legendarios de un país que no puede ni debe descuidar el valor inclusivo del deporte social y el ejemplo de los atletas de alto rendimiento. Y las entre 200 y 215.000 personas que se acercaron a la 9 de Julio así lo entendieron.
Habían pasado las dos horas de shows previos para que la multitud se entretuviera con baile y versiones de música electrónica sobre canciones de enormes cantantes o bandas argentinas cuando la gran avenida se apagó. Las pantallas LED que son moneda corriente a la altura del Obelisco ya estaban negras para no interferir con la luz que vendría. Y comenzó la cuenta regresiva. Las caras del Obelisco se fueron decorando con Caminito o un filete bien porteño. Hasta que el “1” llegó y dio paso a los fuegos artificiales a la altura de la avenida Córdoba.
Con la animación de Matías Martin y el baile de un grupo de vestuario bien colorido, entraron gran parte de los 4.000 atletas de entre 15 y 18 años que desde hoy competirán en los primeros Juegos con igualdad de género y hasta en pruebas en las que hacen pareja o equipo con deportistas de otros países. Nada de formalismos. Al lado de un japonés había un guatemalteco, un nigeriano y un colombiano. Esa confraternidad que se iluminó en la Villa Olímpica estaba ahora caminando hasta delante del escenario. Ellos y ellas son los auténticos protagonistas de estos Juegos de la Juventud.
Entonces, el silencio. El impacto del primer acorde pensado por Blas Parera. El Himno Nacional. Y ella, en las alturas. Allá arriba, en la punta del Obelisco, una mujer vestida de negro hacía flamear una enorme bandera argentina. A medida que el público cantaba la canción patria, caminaba por la cara Sur... hacia abajo. Sin dramas. El celeste y el blanco teñían todo mientras Ángela Torres cantaba los versos de Vicente López y Planes. Demoledor para los sentidos y para el alma. Sensacional.
El protocolo marcó el desfile de los abanderados, algunos con la indumentaria deportiva y otros con un vestuario tradicional de su cultura. De Grecia, como señala la tradición olímpica, a la aplaudida de Venezuela y a la ovacionada de la Argentina, con el velista Dante Cittadini como abanderado, un honor bien ganado como campeón mundial juvenil de la clase Nacra 15.
Y nuevamente el impacto. Los cinco anillos, todos blancos, colgando de una grúa con acróbatas haciendo de las suyas en lo alto: dos varones y tres mujeres. Chispas a los costados y a medida que bajaban, agua rociando a los atletas que estaban debajo, en primera fila de semejante show artístico.
Todos se quedarían anonadados con lo que faltaba: el Obelisco convertido en sede deportiva. La cara Sur era de golpe una pista de atletismo con tres andariveles y tres deportistas arrodillados listos para largar. Un intento y una caída. Otro intento y otra caída. Claro, no tenían la técnica correcta con las palmas bien rectas. Entonces sí las colocaron bien y hubo festejo en lo alto.
El Obelisco era una avenida y subían cinco bicicletas por lado. Luego le tocó a una chica con peluca rubia en rollers. Surgió el agua en las imágenes proyectadas desde dos edificios y un bote amarillo echó a andar hacia arriba. El remero iba bien hasta que lo acechó otro por su izquierda y lo alcanzó para el fotofinish. Llegó el turno de los saltos ornamentales y el clavadista literalmente se lanzó al vacío desde la mitad del monumento. Madre santa. Pasaron dos garrochistas y el final quedó a cargo de cuatro ciclistas de BMX que hicieron piruetas con los arneses hasta la ovación final.
De vuelta a la tierra. A la seriedad. Al ingreso de la bandera olímpica, portada por seis medallistas argentinos históricos: los velistas Carlos Espínola y Serena Amato, las Leonas Magdalena Aicega y Karina Masotta, el voleibolista Javier Weber y el basquetbolista Leonardo Gutiérrez. La posta la tomó un sexteto de medallistas en pasados Juegos de la Juventud: la jinete Martina Campi, el velista Francisco Saubidet Birkner, la tiradora Fernanda Russo, el rugbier Lautaro Bazán, el lanzador de jabalina Braian Toledo y la jugadora de hockey sobre césped María Eugenia Garraffo.
El Himno olímpico fue interpretado por Leo y Luna Sujatovich. Los juramentos llegaron con la presencia de Teresa Romairone, Lorena Mac Coll y Carlos Retegui, en representación de los atletas, jueces y entrenadores.
No podía faltar el tango. El clásico de las orquestas de la avenida Corrientes y de los cantantes de fuste. Y esa marca registrada de clase mundial con el estilo de Astor Piazzolla. Por algo cerca de la punta del Obelisco, un bandoneonista miraba desde bien alto a Buenos Aires. Los bailarines coparon hasta las habitaciones de un edificio, de cara al palco presidencial. Allí Mauricio Macri inauguró oficialmente los Juegos después de las palabras de Gerardo Werthein, presidente del Comité Organizador, y de Thomas Bach, presidente del COI.

Pasó la ceremonia de apertura de Buenos Aires 2018. Costó 10 millones de dólares, pero cada uno será el responsable de darle el valor que tuvo este impacto en sus vidas. Más allá de todo.

Nota: Las fotos fueron obtenidas de Google.

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